A partir de hoy iniciamos la publicación de artículos sobre didáctica y estrategias de aprendizaje. El diálogo sobre el aprendizaje del educando no sólo lo abrimos con maestros sino también con los padres de familia y sus hijos.
En este día la profesora Marta E. bayarres nos escribe sobre la didáctica socrática o la didáctica del diálogo y la pregunta. Esperando que este artículo sea de tu agrado, esperamos tus comentarios en la parte final de este breve ensayo, o bien escribenos al siguientes correo electrónico:
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En los próximos días seguiremos reproduciendo más artículos de didáctica que encontremos en internet pero le agregaremos estrategias de aprendizaje. Antes de entrar en materia, es precsio señalar que la didáctica filosófica o la didáctica para aprender a pensar, es de gran utilidad a maestros, alumnos y padres de familia para orientar el aprendizaje del alumno en un marco de la educación de valores o educación para la democracia.
LA DIDÁCTICA SOCRÁTICA: UNA PERSPECTIVA DAVIDSONIANA
Prof. Marta E. Bayarres
Nuestro propósito en esta ponencia es analizar el valor del método socrático desde una perspectiva contemporánea. Con ese fin abordaremos el análisis a partir del enfoque del filósofo norteamericano Donald Davidson.
Comenzaremos el análisis del tema refiriéndonos a la caracterización que Davidson, basándose en la obra de Gregory Vlastos, hace del método socrático. [1]
"Vlastos caracteriza la refutación como sigue: Sócrates sonsaca una respuesta A, a una pregunta que plantea al interlocutor; Sócrates entonces extrae otras consecuencias de tal modo que lleva a que se descubra la falsedad de la respuesta A. La consecuencia es aceptada por ambos, y (casi siempre) los dos coinciden en que esto muestra (o incluso demuestra) que A, como se ha mostrado, es falso."
Lo que de aquí se desprende es entonces que el método refutatorio produce progresos. En el momento en que comenzó el diálogo, el interlocutor estaba convencido de ciertas creencias. Luego de la instancia de refutación, el interlocutor descubre, que parte de sus creencias son contradictorias.
Por otra parte, tal como Davidson plantea en su investigación, parecería que Sócrates creía que existen determinadas verdades básicas que todo el mundo comparte.
Es por esta razón que Davidson acuerda con Sócrates en lo siguiente: "Cualquiera que en la vida tiene una creencia moral falsa siempre tendrá al mismo tiempo creencias verdaderas que él no abandonará y que se vinculan con la negación de esa creencia falsa" [2]
Si centramos la presente ponencia en la perspectiva Davidsoniana del método socrático, es porque creemos que el mismo mantiene su plena vigencia, y, por otra parte, que tal vez no siempre se le ha considerado en toda su dimensión en lo que se refiere a su valor didáctico. Los objetivos que deberíamos perseguir en la clase de Filosofía es ayudar a disipar dudas, eliminar contradicciones y reconocer los errores. A estos efectos creemos que el método refutatorio socrático nos aporta un instrumento muy útil para el logro de los mencionados objetivos. Y en particular porque la refutación no se logra oponiendo una verdad manejada por el docente y no por el alumno, sino sobre un trasfondo de verdades que alumno y docente comparten. Porque no es la inconsistencia de la creencia errónea del alumno con las creencias verdaderas del profesor, sino con las propias creencias verdaderas del alumno, en lo que consiste la refutación.
Sin duda que en el ámbito de la Didáctica se ha explorado abundantemente el valor de la pregunta como recurso en la tarea filosófica, pero creemos que la obra de Davidson, al introducir la necesidad de un trasfondo de verdades compartidas para hacer posible la comunicación, aporta una perspectiva interesante para la reflexión y la praxis en torno a ella.
Como docentes de Filosofía partimos del principio de que nadie está en posesión de la verdad. Sin embargo también suponemos que todos disponemos de, por lo menos algunas creencias verdaderas. Encaramos la tarea docente como un proceso de develamiento de "verdades" que ha de ser tarea de todos.
A este respecto, Davidson plantea que "…Sócrates estaba convencido de que cada hombre está en la posesión de ciertas verdades básicas, de modo que la sabiduría podía lograrse quitando las creencias que son incoherentes con las verdades básicas" [3]
Cabe ahora que nos preguntemos si la convicción socrática señalada por Davidson no constituye el punto de partida de la tarea del filosofar.
Parecería absurdo suponer que el alumno no dispone de por lo menos un cierto bagaje de creencias básicas verdaderas. Por otra parte, nosotros mismos nos sabemos en posesión de un conjunto de creencias básicas verdaderas. Pero, también somos conscientes de que ni el alumno ni nosotros poseemos algo que podamos denominar "la verdad".
Abordamos la tarea docente entonces con la convicción de que, entre todos podremos realizar una aproximación a la verdad, mediante la eliminación de aquellas creencias inconsistentes con la base de creencias verdaderas.
Afirmar esto supone partir del principio de caridad, es decir, atribuir al interlocutor determinadas creencias verdaderas, y, por otra parte, en la medida que ambos formamos parte del mismo mundo, confiar en que compartimos nuestras creencias más básicas.
Adoptar este principio supone hacer un voto de confianza en el éxito del diálogo mediante el cual se podrá llegar a descubrir inconsistencias y avanzar en el camino hacia la verdad.
En lo que se refiere a la confianza en el éxito del proceso que, en el plano de la docencia debería constituir su cimiento, pensamos que hay razones que la justifican. Tal como Davidson lo plantea, parecería no haber razones para dudar que a través del método socrático de la refutación no fuera posible eliminar creencias inconsistentes.
Como tampoco hay razones para afirmar que todas las creencias de un sujeto sean falsas. Davidson afirma, no es posible que "…estemos equivocados pensando que hay un mundo fuera de nuestras mentes, un mundo que contiene otras personas, plantas y animales, pasturas y montañas, edificios y estrellas." [4]
Si es así, entonces es posible comprender al otro. Si la comprensión, o, para usar un concepto davidsoniano, es posible la "interpretación", entonces no será una tarea imposible que, mediante la pregunta socrática se hagan manifiestas las inconsistencias y podamos avanzar en la búsqueda de la verdad.
La reflexión refutativa sería un instrumento útil para eliminar las contradicciones.
Por otra pare, la posibilidad de la práctica del método socrático nos lleva a considerar la estrecha relación que encontramos en éste, entre pensamiento y lenguaje.
A este respecto Davidson señala:"(…) Nuestros pensamientos pueden estar confundidos, y podemos pensar que no podemos en el momento articularlos, pero lo que articulamos proporciona una ventana genuina en el alma." [5]
La metáfora de "la ventana genuina en el alma", empleada por Davidson nos parece por demás significativa. En el proceso de la búsqueda de la verdad, disipar las inconsistencias, eliminar las confusiones y ver más claro dentro de sí mismo debería constituir el objetivo de la reflexión filosófica.
Porque por otra parte, no se trata de que el alumno solamente logre abrir esa ventana en su alma, se trata de un proceso dialógico en el cual profesor y alumno, logran "ver" más claramente.
Se ha discutido mucho sobre el sentido del postulado socrático de la docta ignorancia. Sin embargo una hipótesis probable sobre el sentido del mismo podría consistir en que Sócrates no creía poseer el saber, que estaba convencido de que a partir de la práctica de su método podría aumentar su sabiduría.
En el Diálogo Menón, Sócrates dice lo siguiente:"No es porque tenga seguridad en mí mismo que provoco la duda en los otros; es porque tengo más dudas que ningún otro que yo provoco la duda en los demás." (Menón 80 c-d)
En Cármides (166c-d), Sócrates responde a la acusación que se le hace por su manejo de la refutación de este modo:"… ¿Cómo puede usted pensar que yo tengo cualquier otro motivo para refutarlo sino que yo ya me haya examinado a mí mismo? Este motivo bastaría simplemente para temer mi inconsciencia de pretender conocer algo que ignoro. Y en este momento, yo le aseguro, continúo la discusión principalmente para mi bien, y quizás en alguna medida también por el bien de mis otros amigos."
Los pasajes citados muestran que Sócrates estaba realmente convencido de que el diálogo basado en la pregunta y la refutación era el instrumento más eficaz para acceder al conocimiento.
Sócrates consideraba que el habla era superior a la escritura. En el Fedro (275d) plantea que las palabras escritas parecen inteligentes, pero si usted las interroga dicen siempre lo mismo.
Si bien es cierto que la tradición filosófica ha cultivado el diálogo como uno de los instrumentos más adecuados, no siempre se ha descubierto toda su riqueza. Nos parece importante tomar algunas apreciaciones de Davidson con respecto al valor del diálogo:
"Por qué, (…), Sócrates creía que la comunicación verbal, correctamente dirigida, podría llevarlo al reconocimiento de verdades, no lo dijo, y yo no puedo responder por
Él. Pero puedo dar una razón de por qué creyó eso. La respuesta descansa, (…) en la manera en que los contenidos del pensamiento de una persona y juicio dependen de sus relaciones con otras personas y con el mundo. Nosotros pensamos el diálogo como un proceso en el que pensamientos totalmente formados se intercambian, y pasamos por alto el hecho que el diálogo nos aporta nexos a partir de los cuales los pensamientos y conceptos se forman y adquieren significados. (…) Sin el lenguaje, los pensamientos no tienen ninguna forma clara; pero el lenguaje sólo permite que emerjan en el contexto de comunicación activa. Lo que nosotros pensamos depende de lo que otros pueden hacer de nosotros y de las relaciones con el mundo que nosotros compartimos con ellos." [6]
Davidson sintetiza las virtudes del método socrático al afirmar que lo más importante en éste radica en que el diálogo crea vínculos que hacen posible que los pensamientos se aclaren. Mediante el diálogo se produce el intercambio activo entre los interlocutores que compartimos experiencias porque compartimos un mundo. Formamos una comunidad lingüística. Sin el lenguaje no se podría pensar en un mundo compartido. Si podemos interpretar a los demás, es porque todos poseemos un conjunto de creencias básicas y éstas son compartidas a través del lenguaje. Si es posible la reflexión filosófica, es porque lenguaje y pensamiento constituyen una unidad indisoluble.
Mediante el diálogo y la refutación es posible aclarar conceptos, despejar dudas, eliminar inconsistencias. Estos son pasos en el proceso de búsqueda del conocimiento. En esto consiste la tarea del filosofar.
[1] Vlastos, G., "Afterthoughts on the Socratic Elenchus", in Oxford Studies in Ancient Philosophy (Oxford University Press, 1983)
[2] Davidson, D., "The Socratic Concept of Truth", in Truth, Language and History, Oxford, 2005
[3] Davidson, D., "Dialectic and Dialogue", in Truth, Language and History, Oxford, 2005
[4] Davidson, D., "Dialectic and Dialogue", in Truth, Language and History, Oxford, 2005
[5] Davidson, D., "The Socratic concept of Truth", in Truth, Language and History, Oxford, 2005
[6] Davidson, D., "The Socratic concept of truth", in Truth, Language and History, Oxford, 2005
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2 comentarios:
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